ilustración de Marina Aizen

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Un secreto en la ventana





Una atrapante historia...


Manuel tiene 11 años, vive en La Boca y ayuda a hacer el reparto de la pizzería del barrio. Un día conoce a don Mauricio, un viejo filatelista que le confía un secreto. A partir de ese encuentro, Manuel se verá enfrentado a varios enigmas: ¿Cuál es el verdadero valor de la estampilla La Dama de Elche? ¿Qué le ocurrió a don Manuel? ¿Quién es, en realidad, Etelvina? Con la ayuda del pequeño Gonzalo, Manuel investigará estos misterios utilizando pistas que solo él conoce.


Una caperucita roja

              
Una caperucita roja. Marjolaine Leray. Ed. Océano Travesía, 2010.
Caperucita Roja ha dejado de ser la inocente niña que confunde al lobo con una buena persona y se deja engañar en su camino a casa de la abuelita. Si ya la reciente adaptación cinematográfica del cuento clásico de Charles Perrault nos acerca una visión muy distinta de la dulce niña a la que estábamos acostumbrados, esta nueva versión literaria de la historia tampoco nos deja indiferentes.


Estamos ante un álbum de pequeño formato y una sencillez gráfica apabullante. Los protagonistas de la historia, Caperucita y el lobo, aparecen ilustran sólo con trazos de carboncillo en dos colores: negro y rojo, por supuesto. Son trazos vivos y enérgicos que transmiten la personalidad de los personajes: un animal fiero y una niña pequeña desvalida.


Pero la historia da un giro sorprendente cuando Caperucita demuestra no sentirse intimidada por el lobo. Se acerca a su enorme dentadura, aguanta sus gritos y observa detenidamente todos sus movimientos. ¿Qué está pasando? ¿Guardará esta sorprendente niña algún as en la “caperuza”?


Marjolaine Leray recrea el famoso cuento clásico con mucha picardía y un estilo muy personal, algo que se agradece en historias que ya todos conocemos. Consigue crear un álbum que sorprenderá a los más pequeños y arrancará una sonrisa incluso a un adolescente poco lector. No hay edades que no se asombren ante el final de este “pobre” lobo feroz.
De animal en animal
La editorial La brujita de papel editó unos libros muy originales, que cuentan una historia de un animal, que va mencionando más animales que van apareciendo paso a paso a medida que uno desdobla las hojas del libro.
Los títulos son Un gato de altamar, Un sapo enamorado, Un caracol trasnochador Un ratón comilón.
Los textos son simples pero las imágenes lo enriquecen más y sorprenden a grandes y chicos.








miércoles, 14 de noviembre de 2012

Literatura popular

Para nosotras esto también es literatura y muy buena. Para escuchar, disfrutar y pensar.


Nuevo Libro: Mi gato Luis


¿Un gato que quiere ser perro? ¿Qué le pasa a esta mascota?
Luis nos hace una confesión a través de un libro con grandes imágenes para lectores entusiastas y atentos.
Para los que tienen mascotas y para los que no, este libro de La Brujita de Papel es un excelente ejemplar de gran literatura para los más chiquitos.
Erase una vez ... una versión diferente de historias conocidas

Para trabajar versiones diferentes de cuentos clásicos recomendamos las parodias de Roald Dahl de los cuentos tradicionales en Cuentos en verso para niños perversos, en donde hay cuentos modernos basados en los clásicos cuentos maravillosos como Cenicienta, Caperucita Roja, Hansel y Gretel, Blancanieves y La bella durmiente.
Acá transcribimos uno de nuestros favoritos:


LA CENICIENTA


"¡Si ya nos la sabemos de memoria!",
diréis. Y, sin embargo, de esta historia
tenéis una versión falsificada,
rosada, tonta, cursi, azucarada,
que alguien con la mollera un poco rancia
consideró mejor para la infancia...

El lío se organiza en el momento
en que las Hermanastras de este cuento
se marchan a Palacio y la pequeña
se queda en la bodega a partir leña.
Allí, entre los ratones llora y grita,
golpea la pared, se desgañita:
"¡Quiero salir de aquí! ¡Malditas brujas!
¡¡Os arrancaré el moño por granujas!!".
Y así hasta que por fin asoma el Hada
por el encierro en el que está su ahijada.
"¿Qué puedo hacer por ti, Ceny querida?
¿Por qué gritas así? ¿Tan mala vida
te dan esas lechuzas?". "¡Frita estoy
porque ellas van al baile y yo no voy!".

La chica patalea furibunda:
"¡Pues yo también iré a esa fiesta inmunda!
¡Quiero un traje de noche, un paje, un coche,
zapatos de charol, sortija, broche,
pendientes de coral, pantys de seda
y aromas de París para que pueda
enamorar al Príncipe en seguida
con mi belleza fina y distinguida!".
Y dicho y hecho, al punto Cenicienta,
en menos tiempo del que aquí se cuenta,
se personó en Palacio, en plena disco,
dejando a sus rivales hechas cisco.

Con Ceny bailó el Príncipe rocks miles
tomándola en sus brazos varoniles
y ella se le abrazó con tal vigor
que allí perdió su Alteza su valor,
y mientras la miró no fue posible
que le dijera cosa inteligible.
Al dar las doce Ceny pensó: "Nena,
como no corras la hemos hecho buena",
y el Príncipe gritó: "¡No me abandones!",
mientras se le agarraba a los riñones,
y ella tirando y él hecho un pelmazo
hasta que el traje se hizo mil pedazos.
La pobre se escapó medio en camisa,
pero perdió un zapato con la prisa.
el Príncipe, embobado, lo tomó
y ante la Corte entera declaró:
"¡La dueña del pie que entre en el zapato
será mi dulce esposa, o yo me mato!".
Después, como era un poco despistado,
dejó en una bandeja el chanclo amado.
Una Hermanastra dijo: "¡Ésta es la mía!",
y, en vista de que nadie la veía,
pescó el zapato, lo tiró al retrete
y lo escamoteó en un periquete.
En su lugar, disimuladamente,
dejó su zapatilla maloliente.

En cuanto salió el Sol, salió su Alteza
por la ciudad con toda ligereza
en busca de la dueña de la prenda.
De casa en casa fue, de tienda en tienda,
e hicieron cola muchas damiselas
sin resultado. Aquella vil chinela,
incómoda, pestífera y chotuna,
no le sentaba bien a dama alguna.
Así hasta que fue el turno de la casa
de Cenicienta... "¡Pasa, Alteza, pasa!",
dijeron las perversas Hermanastras
y, tras guiñar un ojo a la Madrastra,
se puso la de más cara de cerdo
su propia zapatilla en el pie izquierdo.
El Príncipe dio un grito, horrorizado,
pero ella gritó más: "¡Ha entrado! ¡Ha entrado!
¡Seré tu dulce esposa!". "¡Un cuerno frito!".
"¡Has dado tu palabra. Principito,
precioso mío!". "¿Sí? -rugió su Alteza.
--¡Ordeno que le corten la cabeza!".
Se la cortaron de un único tajo
y el Príncipe se dijo: "Buen trabajo.
Así no está tan fea". De inmediato
gritó la otra Hermanastra: "¡Mi zapato!
¡Dejad que me lo pruebe!". "¡Prueba esto!",
bramó su Alteza Real con muy mal gesto
y, echando mano de su real espada,
la descocó de una estocada;
cayó la cabezota en la moqueta,
dio un par de botes y se quedó
quieta...

En la cocina Cenicienta estaba
quitándoles las vainas a unas habas
cuando escuchó los botes, -pam, pam, pam-
del coco de su hermana en el zaguán,
así que se asomó desde la puerta
y preguntó: "¿Tan pronto y ya despierta?".
El Príncipe dio un salto: "¡Otro melón!",
y a Ceny le dio un vuelco el corazón.
"¡Caray! -pensó-. ¡Qué bárbara es su alteza!
con ese yo me juego la cabeza...
¡Pero si está completamente loco!".
Y cuando gritó el Príncipe: "¡Ese coco!
¡Cortádselo ahora mismo!", en la cocina
brilló la vara del Hada Madrina.
"¡Pídeme lo que quieras, Cenicienta,
que tus deseos corren de mi cuenta!".
"¡Hada Madrina, -suplicó la ahijada-,
no quiero ya ni príncipes ni nada
que pueda parecérseles! Ya he sido
Princesa por un día. Ahora te pido
quizá algo más difícil e infrecuente:
un compañero honrado y buena gente.
¿Podrás encontrar uno para mí,
Madrina amada? Yo lo quiero así...".

Y en menos tiempo del que aquí se cuenta
se descubrió de pronto Cenicienta
a salvo de su Príncipe y casada
con un señor que hacía mermelada.
Y, como fueron ambos muy felices,
nos dieron con el tarro en las narice
s.